Sólo tenía el dato de las medidas que quería, el resto vino de una foto que vi en Internet que me gustó mucho.
Cuando me hice con el palé adecuado me puse a trabajar para transformarlo, tunearlo y convertirlo en unas baldas.
Primero fue desmontarlo y cortarlo de manera que se adaptase a lo que quería.
Tras ver cómo encajar las piezas, antes de hacerlo, les di un tratamiento contra inquilinos no deseados y una vez seco los lijé.
Decidí dejar el fondo en madera teñida en roble, y los costados y las baldas en blanco.
Así comenzé a darle forma. Teñí, pinté y barnicé las maderas sin montar según había pensado, ya que si lo hacía después de montarlos el resultado no sería el mismo.
Una vez secos los monté. Con el taladro y una broca fina perforé los orificios donde irían unidos los listones con tirafondos. Y me quedó este cajón que según mi marido parecía una caja de sardinas.
Me iba gustando cómo estaba quedando.
Ya sólo me quedaba por colocar las baldas.
Aprovechando unas tablas que tenía por ahí, las corté a la medida, las teñí en blanco y, con cola y unos clavos, las uní al cajón, tanto en los laterales como en la parte trasera.
El resultado final estaba apunto de aparecer. Sólo quedaba una última mano de blanco en las zonas blancas para rematar...
Otra opción de decorar ahorrándote unos eurillos reciclando, con la satisfacción añadida de que lo has hecho tú.
Gracias por tu visita.