La idea de ir ampliando el taller de bricolaje según vayan creciendo nuestras necesidades tiene mucha lógica. Si lo pensamos bien, es lo que hacen los profesionales de cualquier actividad. Para ir ganando metros sin ocasionar molestias ni tensiones, hay una táctica segura: el orden. Un taller limpio y con todos los elementos bien colocados hablará en favor de nuestra afición.
Muy pocos tenemos la suerte de contar con un taller de bricolaje, espaciosa y bien iluminada, reconvertida en taller de carpintería.
Salvo unos pocos afortunados, normalmente los demás debemos ‘negociar’ con la familia, llegando a arreglos mutuamente ventajosos para utilizar un espacio común. Así lo vemos en el taller de El Tablas, que comparte sitio con la lavadora.
Como hemos visto en otro reportaje, hubo artesanos eminentes que trabajaban en un diminuto lavadero. Si calculamos bien el espacio y mantenemos el orden, podremos sacar partido incluso a un hueco muy reducido, como ha hecho Taitor.
En los rincones pequeños hay que aprovechar todo el espacio con inteligencia. Cuando no tenemos suficientes metros de pared, el techo sirve como lugar de almacenamiento.
Un magnífico ejemplo de taller casero que ha ido creciendo poco a poco es el de nuestro lector Quiko, que fue foto del día.
En otros países es habitual alquilar una nave entre varios amigos que comparten afición. La sana costumbre fue adoptada por Restauradora junto con tres colegas.
Infinidad de trucos nos permitirán dar utilidad a los lugares más insospechados. He aquí el que nos enseñó Anavazvaz: clavando las tapas debajo del estante ganamos un magnífico clasificador de tornillos.
Armarios y paneles serán nuestros aliados en la misión de contar con un rincón de bricolaje ordenado y eficiente. Y conseguiremos los elementos precisos con muy poco gasto: este panel de herramientas se hizo con tablas de palet.