Los suelos vinílicos representan una solución económica y duradera a la hora de renovar el pavimento de nuestro hogar sin tener que hacer obras. Actualmente existen multitud de diseños que imitan el parquet, losetas cerámicas, mármoles, granitos, moqueta, etc., así como diferentes formatos (losetas, lamas, en rollo…) que se pueden adaptar a cualquier espacio.
Una de sus principales ventajas es su fácil y rápida colocación, no requiere ningún tipo de obra y tan sólo es necesario un cutter para cortar las piezas y ajustarlas a la planta de la habitación donde queramos colocarlo. Podemos elegir el formato de lamas/losetas autoadhesivas, instalación flotante (en un click) o aplicando cola directamente sobre pavimento.
Al ser un revestimiento plástico (PVC) muestra una especial resistencia al moho, a las bacterias y hongos, haciéndolo ideal para las zonas más húmedas de la casa como pueden ser el baño y la cocina. También es resistente a la abrasión (desgaste por fricción, arañazos, etc.) e impide la formación de electricidad estática.
Su mantenimiento es sencillo, basta con pasarle una bayeta húmeda o una fregona con agua jabonosa templada. Las manchas más rebeldes se pueden eliminar con alcohol pero nunca hay que utilizar lejía o disolventes ya que se podría dañar el diseño. Tampoco se pueden dejar objetos muy calientes encima ya que podrían degradar y deformar el material de forma irreparable.
A la hora de elegir un suelo vinílico no sólo debemos tener en cuenta el diseño, sino también la intensidad de uso de la habitación en la que vamos a instalarlo. Para ello debemos fijarnos en lo que se denomina como capa de uso, que es un dato que viene reflejado en las especificaciones del producto y que, por ejemplo, se puede considerar como el equivalente de la clasificación AC de los pavimentos laminados.
Cuanto mayor sea la capa de uso, mayor será la resistencia al uso y al impacto. Normalmente para despachos, habitaciones y recibidores son aptas las capas de uso que van desde los 0,08 mm (uso moderado), pasando por las de 0,20 mm (uso habitual) y hasta 0,30 mm (uso intenso). En el caso de cocinas y baños se recomienda un mínimo de 0,20 mm (uso habitual) hasta 0,30 mm (uso intenso). Para salones lo más adecuado es de 0,30 mm.
Por tanto, cuando nos planteemos instalar un suelo vinílico en nuestro hogar lo primero que debemos hacer es ver en qué habitación vamos a colocarlo y qué tipo de uso tendrá (moderado, habitual, intensivo), una vez tengamos definida la capa de uso que vamos a necesitar, entonces podremos elegir el diseño. Por otra parte no está de más recordar que es muy recomendable elegir una marca que garantice la calidad y durabilidad del producto, a veces la diferencia de precio es de tan solo unos pocos euros por metro cuadrado pero a cambio conseguimos un suelo cuya durabilidad hace que esa diferencia de precio se vea amortizada con creces.
¿Habéis instalado alguna vez suelos vinílicos? ¿Habéis tenido en cuenta las especificaciones técnicas o sólo os habéis guiado por el diseño? ¿Estáis contentos con el resultado? Nosotros lo hemos instalado hace una semana en nuestra cocina y aunque todavía es pronto para valorar el resultado, por ahora estamos satisfechos y esperamos tener suelo nuevo para rato.