Este mueble fue sacado de circulación hace unos tres años en ocasión de algunas reformas que se hicieron en la casa, en principio se removió para poder trabajar como el resto del mobiliario pero luego de terminados los trabajos este ya no encajaba en el lugar, definitivamente necesitaba renovarse y así fue que quedó en un altillo de la casa esperando su renovación.
Como puede verse en las fotos el mueble no tenía gran valor en si mismo y su estado era bastante deplorable sin embargo está hecho "a medida", me permite cubrir un espacio al lado de la heladera imposible de ocupar con otra cosa y al mismo tiempo aprovecharlo para guardar algunas cosas, por ejemplo los libros de cocina que estaban esperando su nuevo lugar en una caja en el garage, nada cómodo por cierto.
Preparación. Lo primero que debí hacer fue desmantelar varias partes para trabajar cómodamente: el espejo de fondo, los estantes de vidrio, los estantes de madera internos, visagras y cerradura. La remoción del espejo implicó sacar la madera superior, digamos el techo del mueble, así que luego hubo que encolar nuevamente.
Tratamiento previo del melamínico. El mueble tenía los laterales (internos y externos) en melamínico blanco por lo cual fue necesario dar unas manos de gesso previo a la pintura, lijando entre capa y capa. Hecho esto, podemos hacer de cuenta que estamos ante una madera lista para pintar.
Elección de técnica y color. Esta es sin lugar a dudas la etapa más complicada en cualquier trabajo, y la que más tiempo me lleva antes de ponerme a trabajar, decidir qué estilo de mueble queremos, que técnicas se utilizarán y la paleta de colores. En el caso me decidí por un mueble con tendencia a un estilo vintage o shabby y colores pasteles, la técnica fue un poco más complicada en su elección ya que contemplé la posibilidad de un decoupage con estampas vintage, sellos y craquelados, y al final me quedé con algo más sencillo aplicando la máxima siempre acertada de menos es más.
Lo primero que hice para igualar el trabajo fue dar una mano de esmalte al agua color blanco, por dentro fueron dos manos (lijada entre capa y capa) ya que sería el color final. Por fuera me decidí por un color pastel en tono verdoso, para ser más específico es el número 1779 de Inca.
Para la puerta y aprovechando la separación de tablones pinté cada uno de ellos de un color distinto, turquesa, verde seco y mostaza, sobre ellos di una mano del color elegido para el resto del mueble y finalmente desgasté con lija para dar una apariencia de envejecido. Si bien la pintura con diversos colores puede parecer un poco sin sentido al aplicar una mano de pintura uniforme arriba al desgastar da un efecto muy sútil que me gustó mucho.
Por último elegí un tirador de cerámica para la puerta en colores blanco y azul.