En mi afición por la restauración he sido autodidacta, libros, internet y algunos consejos que me daba mi padre quien había visto en ocasiones y compartido algún que otro truco con un amigo suyo que dejó su estabilidad laboral como funcionario para dedicarse a la restauración en los sótanos de un castillo ubicado en Collserola.
Creo que las visitas a ese castillo, cuando yo era pequeña, también dejaron su granito de arena para que en un futuro me aficionase a recuperar viejos objetos.
No fue hasta octubre del 2012 cuando decidí aprender de la mano de algún experto en la materia, y así me inscribí en un curso donde consolido conocimientos y adquiero nuevas técnicas.
Mi primer trabajo, mi vieja máquina de coser, y para seguir un taburete heredado de una tía de mi padre. Se restauró, una primera vez hace años, dándole una capa de pintura roja al agua. Esta vez, después de decaparlo para limpiar esa capa de pintura abrí las vetas de su madera de roble con un cepillo de cerdas de alambre cepillando en el sentido de las fibras de la madera, aplicándole, a continuación, una capa abundante de cera blanca insistiendo especialmente en las vetas con la intención de ir rellenándolas e ir retirándola de la superficie lisa. Esta técnica, el cerusado, potencia las venas de algunas maderas haciéndolas contrastar con la zonas lisas.