Pensamos en recuperarlo, pero la madera del asiento estaba casi podre y le faltaba un apoyabrazos. Pero el respaldo tenía posibilidades.
Así que cuando lo desmontamos lo vimos claro: ¡un espejo!. Por lo menos, intentarlo, a ver qué sale ¿no?
Desmontamos el sillón
Lijamos para quitar el barniz
Recuperamos los trozos
Pegamos con cola de carpintero y rellenamos con masilla
Pintamos con pintura acrílica diluida en agua, unas tres manos lijando entre capa y capa. Desgastamos la pintura con una lija suave
Dimos una mano de betún de judea diluido en aguarrás. Y también una capa de cera para darle un brillo natural.
Pensamos que en la barra de abajo podíamos poner unos pomos para convertirlo en perchero.
Por último fuimos a un cristalero que nos hizo un espejo a medida con bisel. ¡Y ya está!
Así de contentas nos pusimos con el resultado, jeje.
¡Un abrazo!